lunes, 17 de marzo de 2008


JUAN CARLOS I

El Rey de todos los españoles

El príncipe Juan Carlos de Borbón asumió el 22 de noviembre de 1975 el título de rey de España, en presencia de la princesa Sofía, y de sus hijos, Elena, Cristina y Felipe, ante todos los procuradores en Cortes y los consejeros del Movimiento, y pronunció su primer y trascendental discurso que fue televisado en directo. Torcuato Fernández Miranda se lo había aconsejado horas antes: "Todo dependerá de vuestro primer discurso. Es preciso decir a los españoles lo que queréis hacer y cómo lo vais a hacer". El Rey, en tono firme y con un lenguaje y estilo nuevos que sorprendieron a una mayoría de españoles reticentes con la monarquía, anunció que "hoy comienza una nueva etapa en la historia de España (...) fruto del esfuerzo común y de la decidida voluntad colectiva". Más adelante dijo que "la institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy, en esta hora tan trascendental, os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deseo de servir a España. Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional". Los conceptos integración, consenso y concordia nacional abrieron una puerta a la esperanza de todos cuantos habían vivido con temor los últimos cuarenta años y supuso una corriente de aire fresco en el recargado y tenso ambiente de aquellos días. Eran las 12.30 del mediodía y las calles de las ciudades estaban desiertas. Los ciudadanos eran conscientes de que estaban viviendo un momento histórico. Pero hubo más en el primer discurso real. Tras invocar "el ejemplo de tantos predecesores que unificaron, pacificaron y engrandecieron a todos los pueblos de España, deseo ser capaz de actuar como moderador, como guardián del sistema constitucional y como promotor de la justicia". Y añadió el Rey que "nadie tema que su causa sea olvidada", "que nadie espere una ventaja o un privilegio. Juntos podremos hacerlo todo si a todos damos su justa oportunidad". Finalmente, tras tantos años de aislamiento político, el Rey aseguró que "Europa deberá contar con España y los españoles somos europeos. Que ambas partes así lo entiendan y que todos extraigamos las consecuencias que se derivan. Es una necesidad del momento".

Con el cadáver de Franco en el palacio de Oriente, aquella mañana fue muy intensa. A primera hora, antes del juramento del Rey, los Franco fracasaban en la negociación para que la hija fuera nombrada duquesa del Ferrol y lo suyo tuvieron que sudar para que el ducado de Franco, otorgado a la hija, fuera hereditario; pero no tuvo este carácter el señorío de Meirás, otorgado a Carmen Polo de Franco, la viuda. Por otra parte, mientras se acondicionaba el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo para que la familia real no estuviera por debajo de los prebostes del franquismo, el Príncipe pedía al presidente de las Cortes que el acto de la coronación constituyera un paréntesis en los actos luctuosos por la muerte de Franco.

Según Luis Herrero, Rodríguez de Valcárcel se comprometió a incluir en su discurso una referencia que aunara pasado y futuro. Finalmente, se acordó que diría "señores procuradores, señores consejeros, desde la emoción en el recuerdo a Franco, nueva era: ¡Viva el Rey! ¡Viva España!".

Pero en el momento de pronunciar aquellas palabras, el político franquista omitió la referencia a la "nueva era", de manera que sus palabras sonaron a amenaza. Durante el discurso del Rey, los asistentes le interrumpieron con aplausos, y al final casi todo el hemiciclo se puso en pie. Sin embargo, una persona permaneció inmóvil: el presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel. La amenaza de la ultraderecha seguía estando presente en el ambiente. Los servicios de inteligencia de Presidencia habían sido alertados de que Girón pretendía abordar al Rey, en la escalinata del Valle de los Caídos, al día siguiente, durante la ceremonia del entierro, para hacerle jurar a don Juan Carlos en público su lealtad a Franco.





Asimismo, aquellos servicios tenían información de que ETA preparaba un atentado, lo que obligó a un cambio de planes, a acortar el séquito funerario y a cambiar su itinerario desde el palacio de Oriente hasta el sitio de Cuelgamuros, donde recibiría sepultura. El día 23 fue enterrado el cadáver de Franco en el Valle de los Caídos. Horas antes, mientras se estaba a la espera de la llegada del séquito funerario "uno de los dolientes -según Paul Preston- cayó en la tumba y quedó inconsciente. Hubo mucha dificultad para sacarlo y trasladarlo al hospital". El ministro de Justicia y notario mayor del Reino tomó juramento a los jefes de las casas Civil y Militar que "el cuerpo que contiene la presente caja es el de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, Francisco Franco Bahamonde". Definitivamente, a las catorce horas y once minutos del 23 de noviembre de 1975, el cadáver de Franco quedaba sepultado bajo una losa de ocho centímetros de espesor y mil quinientos kilogramos de peso, entre los sollozos de los suyos y la esperanza de la gran mayoría de los españoles en que, de cierto, se abría una nueva era.


Así ocurriría de hecho. Tras la muerte del dictador, el general Francisco Franco, se iniciaba un periodo largo y fecundo que se conoce como la transición a la democracia. Pero esta es ya otra historia.
Algunos sectores ponen en duda la legitimidad del Rey por haber sido nombrado como sucesor por Franco. Los argumentos son débiles si tenemos en cuenta que con la Proclamación de Don Juan Carlos no se produce una sucesión sino una Restauración de la Dinastía Borbón que reina en España desde la llegada de Felipe V en 1700. Legitimación que se completa el 14 de mayo de 1977 con la renuncia de su padre Don Juan de Borbón de los Derechos Históricos en favor de su hijo.
Posteriormente Don Juan Carlos I también conseguiría lo que se ha llamado "legitimación popular" gracias a su protagonismo decisivo en el proceso de Transición que instauró la democracia en España así como su continuo servicio al país como la frustración del intento de Golpe de Estado del 23-F y otras actuaciones de arbitraje y moderación de la vida política y de las instituciones del Estado. Funciones estas que sin ser tan visibles, son de gran importancia para el correcto funcionamiento del país y que han hecho de estos 30 años los mejores de nuestra historia reciente.

El Rey en su despacho con el Príncipe de Asturias. Copyright: "Casa de Su Majestad el Rey / Borja".

Además de dirigirme por carta al Rey para felicitarle y agradecerle estos 30 años de Reinado, escribí otras cartas a los periódicos para rendir publicamente mi modesto homenaje al Rey y hoy, el día que se conmemora el Aniversario de la Proclamación, tengo la satisfacción de ver publicada mi carta en ABC y El País. La reproduzco a continuación:

Monarquía y democracia
Se conmemora el treinta aniversario de la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. Es ampliamente reconocida en todo el mundo la contribución del Rey en la instauración de la democracia. Para acometer esta empresa fue necesaria la participación de políticos y juristas responsables y la implicación de toda la sociedad, procurando cerrar viejas heridas para acabar con las dos Españas de las que escribió Machado. El país ha avanzado mucho, no sin dificultades y esfuerzos, en estas tres décadas, y siempre ha podido contar con el apoyo del Rey, algunas veces como protagonista, como en la noche del 23-F, y otras de una manera discreta: sin trascender a la opinión pública su consejo, arbitraje o influencia, ha resultado clave para los intereses de España. Siempre se ha dicho que la Familia Real es nuestra mejor embajadora. En estos días en que se rinden homenajes a Don Juan Carlos, es de justicia reconocer también la positiva contribución de la Reina Doña Sofía, destacándose por su apoyo a las personas menos favorecidas de la sociedad y su implicación en proyectos humanitarios internacionales. En estos tiempos en que se discute tanto la estructura del Estado, es una buena oportunidad para recordar el consenso de los primeros años de la democracia, que permitieron llegar donde estamos hoy y aprovechar la experiencia del Rey para superar las diferencias entre españoles y consolidar entre todos el futuro de nuestro país. Alfonso García Torres. Barcelona.

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